26-09-2008 Panorámica
Ningún bloque
A pesar de lo que algunos creen, no hay un “eje del mal” en América Latina.
por Abraham Lowenthall
Hugo Chávez, presidente de Venezuela, anuncia que la Armada de Rusia comenzará este año operaciones conjuntas con su país, al tiempo que surgen rumores de que Rusia contempla restablecer relaciones militares y de inteligencia con Cuba. En tanto, Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, visita Teherán, como ya lo hiciera Evo Morales. El mandatario ecuatoriano Rafael Correa, por su parte, decide que no renovará el acceso a las fuerzas de EE.UU. a la base militar de Manta, un punto vital en las misiones de reconocimiento en la lucha contra el tráfico de drogas. Agregue a esto la reciente victoria del izquierdista ex obispo Fernando Lugo como presidente de Paraguay; la ventaja que lleva en las encuestas en El Salvador el ex líder de las FMLN Mauricio Funes; el surgimiento de Balbina Herrera, en el pasado partidaria de Manuel Noriega, como la candidata presidencial oficialista en Panamá, y el anuncio que Honduras se unirá a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA). Este aparente giro a la izquierda en América Latina está inquietando a algunos analistas en Washington.
La paranoia, que seguramente se acrecentará si John McCain resulta elegido presidente de EE.UU., se puede graficar en un reciente comentario del doctor Michael Radu, copresidente del Centro sobre el Terrorismo, Contraterrorismo y Seguridad Interna del Instituto de Investigación de Política Exterior. Según Radu, América Latina ahora experimenta los resultados de "una exitosa campaña ideológica y de propaganda llevada a cabo en las últimas décadas por una recalcitrante izquierda marxista leninista". Radu escribe sobre la creciente influencia de un "bloque de regímenes militantes socialistas" (principalmente Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua), que supuestamente "sigue un guión preelaborado común en su modelo político e institucional". Los avances de este bloque se deben, según Radu, a "la ambigua posición de Brasil", país liderado por Lula, un "ex trotskista", como lo califica Radu.
Radu, al igual que otros, advierte que el próximo gobierno de EE.UU. deberá enfrentar un poderoso bloque de izquierda y una creciente amenaza geopolítica en las Américas. Este mensaje se asemeja a aquellos lanzados a comienzos de los 80 por la entonces embajadora Jeane Kirkpatrick, el Comité de Santa Fe y otros, que llevaron a las infortunadas intervenciones por parte de EE.UU. en Centroamérica durante el gobierno de Ronald Reagan.
El próximo gobierno de Estados Unidos haría bien en continuar el análisis más matizado y las políticas más mesuradas que el encargado para América Latina del Departamento de Estado, Thomas Shannon, ha implementado recientemente, en especial durante el segundo gobierno de Bush. ?La mayoría de los países clave de la región están muy lejos de ser tan izquierdistas en el sentido de presentar una amenaza geopolítica a EE.UU. Brasil, México, Chile, Colombia, Perú, Uruguay, la República Dominicana, Costa Rica y otros países de Centroamérica y el Caribe cooperan estrechamente con Estados Unidos. Muchos líderes en esos países provienen de la izquierda más histórica, pero ahora favorecen la apertura de mercados, las instituciones democráticas y alinearse con Estados Unidos. Las ideologías que Lula profesaba en su juventud no tienen casi ninguna relación con sus políticas actuales, más que sus consideraciones pragmáticas de cómo avanzar los intereses de Brasil y minar el atractivo de Chávez.
Por otro lado, los supuestos avances de Rusia son inquietantes, pero son una reacción a las políticas de EE.UU. en Georgia y Ucrania, y no resultado de algún plan de Chávez.
La errática conducta de Nicaragua refleja los esfuerzos de Daniel Ortega para asegurarse recursos de Venezuela y otras regiones sin provocar una intervención de EE.UU., a lo cual se le han agregado algunos toques ideológicos y resentimiento para darle más sabor. No es un aliado incondicional de Chávez ni de ningún otro movimiento regional. Por su parte, Honduras, casi sin peso político, trata de ganarse el apoyo de Venezuela al sumarse al ALBA.
Bolivia y Ecuador, por otro lado, se han embarcado en planes para "refundar" la identidad nacional, construir nuevas instituciones políticas y asegurarse una mayor parte de los beneficios por la explotación de recursos naturales. Enfrentan las dudas de las elites nacionales y regionales y de una gran parte de su clase media profesional, además de que deben negociar de forma pragmática con los intereses económicos internacionales. Cada proceso nacional es distinto, ninguno es predecible, pero ciertamente no siguen un "guión preelaborado común", o de hecho, guión alguno.
La peor señal que el próximo gobierno de EE.UU. podría enviar sería la oposición a un bloque que ni siquiera existe y a cambios que ocurrirán de una forma u otra. Para enfrentar de forma efectiva estos movimientos populistas y antisistema en América Latina, no debe tratarlos como otro "eje del mal", sino como una diversidad de movimientos que tratan de avanzar, aunque a los tumbos.